julio 2022 Archivos
Pero a todos los que le recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios, es decir, a los que creen en su nombre, que no nacieron de sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino de Dios.
Ustedes son la luz del mundo. Dejen que su luz brille ante los hombres, que vean sus buenas acciones y alaben al Padre en el cielo.
Jamás me olvidaré de tus preceptos, porque por ellos me has vivificado.
Prosigo hacia la meta para obtener el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.
Por tanto, puesto que tenemos al rededor nuestro tan gran nube de testigos, despojémonos también de todo peso y del pecado que tan fácilmente nos envuelve, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante.
La fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.
Me apresuré y no me tardé en guardar tus mandamientos.
Bien le va al hombre que se apiada y presta, arreglará sus asuntos con juicio.
Pero Jesús dijo: Dejen que los niños vengan a mí, porque de los que son como ellos es el reino de los cielos.
Él les dijo: Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.
He escogido el camino de la verdad; he puesto tus ordenanzas delante de mí.
Mas si andamos en la luz, como Él está en la luz, tenemos comunión los unos con los otros, y la sangre de Jesús su Hijo nos limpia de todo pecado.
No temas, porque yo estoy contigo, no te desalientes, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré, ciertamente te ayudaré, sí, te sostendré con la diestra de mi justicia.
Con rectitud de corazón te daré gracias, al aprender tus justos juicios.
No me avergüenzo del evangelio, pues es el poder de Dios para la salvación de todo el que cree.
Porque toda la plenitud de la Deidad reside corporalmente en Él, y han sido hechos completos en Él, que es la cabeza sobre todo poder y autoridad.
Por lo cual, desechando toda inmundicia y todo resto de malicia, reciban con humildad la palabra implantada, que es poderosa para salvar sus almas.
Si guardan mis mandamientos, permanecerán en mi amor, así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le confirió el nombre sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en el cielo, en la tierra y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
Pero Él respondiendo, dijo: Escrito está que el hombre no vive solo de pan, sino de toda palabra dicha por Dios.
¡Ah, Señor mi Dios! Tú, con tu gran fuerza y tu brazo poderoso, has hecho los cielos y la tierra. Para ti no hay nada imposible.
Él, que comenzó en ustedes la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús.
Y a aquel que es poderoso para hacer todo mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que obra en nosotros, a Él sea la gloria en la iglesia y en Cristo Jesús por todas las generaciones, por los siglos de los siglos. Amén.
Me postraré hacia tu santo templo, y daré gracias a tu nombre por tu misericordia y tu verdad, porque has engrandecido tu palabra conforme a todo tu nombre.
En cuanto a Dios, su camino es perfecto; acrisolada es la palabra del Señor; Él es escudo a todos los que a Él se acogen.
El cielo y la tierra pasarán, más mis palabras no pasarán.
Y aquel día dirás: Den gracias al Señor, invoquen su nombre, hagan conocer entre los pueblos sus obras, hagan recordar que su nombre es enaltecido.
Bienaventurada la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que Él ha escogido como herencia para sí.
La justicia engrandece a la nación, pero el pecado es afrenta para los pueblos.
Más engañoso que todo, es el corazón, y sin remedio ¿quién lo comprenderá? Yo, el Señor, escudriño el corazón, pruebo los pensamientos, para dar a cada uno según sus caminos, según el fruto de sus obras.
Porque en virtud de la gracia que me ha sido dada, digo a cada uno de ustedes que no piense más alto de sí que lo que debe pensar, sino que piense con buen juicio, según la medida de fe que Dios ha distribuido a cada uno.